domingo, abril 11, 2010

Publicado por el Diario Los Andes, Argentina, 8.04.10
La Independencia y el Bicentenario
Dr. Miguel Ángel Gutiérrez,
Presidente del Centro Latinoamericano de Globalización y Prospectiva, Nodo del Millennium Project, Argentina
Doscientos años después de las luchas de la Independencia, el autor se pregunta sobre cómo debería proseguirse hoy esa tarea en pos de la grandeza y libertad de nuestra patria.
En una Argentina que parece haber perdido el sentido de conmemorar fechas patrias, el Bicentenario presenta múltiples iniciativas y celebraciones desde fiestas tradicionales hasta fondos: pero se hace necesaria una reflexión sobre el significado de la Independencia de sus orígenes y su proyección en una nueva centuria, si se pretende dar a este concepto común una proyección al futuro. Hoy se acepta con mayor facilidad que a diferencia de los modelos europeos, en los que la Nación precedió al Estado, en la América hispana por el contrario primero se consolidó un Estado independiente conformado por individuos enlazados por un pacto social donde antes predominaba una estructura arquitectónica de múltiples comunidades superpuestas con lazos de protección y obediencia. Y que este Estado fue el artífice de la nueva nacionalidad. También es claro que la multiplicidad y simultaneidad de los levantamientos, la inmediata adopción del libre comercio, la asistencia de las flotas inglesas en los puertos sublevados, el paso de militares "españoles americanos" de la península a este continente, la convergencia de las fuerzas armadas organizadas por estos, indican la existencia de un proyecto que pretendió ser común. Esta común concepción compartida por los libertadores, fue claramente formulada por Bolívar en sus constantes invocaciones a la constitución de una "unión de repúblicas" americanas, culminando con la convocatoria al congreso de Panamá de 1826La construcción de la Nación, a partir del Estado recién independizado es una obra compleja y continua, desde la secularización de los registros cívicos, de hospitales, asilos y cementerios, de la escolaridad y la educación; la adopción de nuevas codificaciones y sistema judicial, a la formación del civismo y la conformación de nuevas instituciones, donde se destaca los ejércitos nacionales. La invención de una nueva legalidad hizo de vínculos societarios reales un conjunto de derechos contractuales solo al alcance de los pocos que usufructuaron el poder. Esa idea de nación y de interés nacional -supuestamente unificador- se ha extendido hasta nuestros días y es hoy un obstáculo para los intentos integracionistas, en tanto no admite la construcción de una identidad regional común, e incluso no entiende la posibilidad de coexistir con una emergente identidad global que se desarrollará en este siglo. La independencia hoy está lejos de haberse consolidado, la mera autonomía política se debilita aún más por la perdida de sentido de los principios de soberanía y de no intervención, que consolidaron un sistema internacional fundado en los Estados Nación.El Bicentenario nos ofrece la oportunidad de tomar conciencia de los dramáticos cambios ocurridos en nuestro mundo: la aceleración de la historia, la disminución del tamaño relativo del mundo o la pérdida de significación del espacio, la crisis del Estado-Nación, el surgimiento de actores globales no estatales, la proximidad de la singularidad tecnológica. Contextos que exigen a nuestros países una nueva forma de desempeño en el mundo, ante la desaparición del paradigma del desarrollo industrialista y la emergencia de la sociedad del conocimiento. El paradigma de la nueva emancipación depende del conocimiento que cada país tenga de las nuevas formas de funcionamiento del mundo y de la adecuada elección de las estrategias de inserción en el conjunto de las naciones.El último siglo entronizó como eje de las relaciones internacionales a la seguridad internacional en el lugar del comercio mundial. Las concepciones de poder mundial monopolar, bipolar o multipolar y de la seguridad derivada de ellos, deben dar paso a una visión realmente mundial de la seguridad humana, capaz de generar estrategias globales, como establecer la protección de los bienes comunes globales, o un embargo al desarrollo del comercio mundial de armas, prohibición total de armas de destrucción masiva, se promueva la desnuclearización, y se combatan organizaciones terroristas y delictivas que actúan globalmente. Esta problemática se presenta en latinoamericana bajo el formato de carteles de drogas, mafias, grupos o fuerzas políticas irregulares, que incentivan las migraciones internas y a otros países. También se hace necesario modificar las currículas que incentivan el odio y el conflicto. Redefinir las declinantes soberanías territoriales en término de autodeterminación y autonomía, y que puedan reconocerse -sin menoscabo de la identidad cultural- en una integración regional es mantener vivo el proyecto de independencia. Porque la dinámica de la gobernabilidad muestra una economía global sin un gobierno mundial. Esta transición no generó un sistema de decisión política ad-hoc, como lo fueron los estados nacionales para la revolución industrial, los que hoy pierden su poder de contralor territorial del sistema económico. Es preciso reinventarlos. En tanto subsiste el sistema internacional éste muestra una doble limitación: por la emergencia de problemas globales que escapan a su jurisdicción y regímenes y por la multiplicación de actores no nacionales con creciente peso e intereses. La globalización no ha generado tampoco nuevas instituciones, en tanto la ONU con un sistema decisional sometido a los intereses de las grandes potencias, y con el FMI, el Banco Mundial creados para sostener el sistema de comercio multilateral internacional que no son aptos para gestionar un mercado financiero global. Nuevas instituciones, regímenes e instrumentos de gestión deben proponerse y probarse en las próximas décadas.En una economía globalizada los precios de la tierra, productos, alimentos, salud, educación, trabajo y cualquier otro son en extremo desiguales en todo el mundo. Estos desequilibrios, tanto como los tecnológicos y de desarrollo, son los generan grandes ganancias en relación con las economías no desarrolladas. La pérdida de soberanía exige desarrollar nuevas alianzas estratégica, incrementar lazos asociativos con todo el mundo, de índole comercial, científicos, culturales, educativos, laborales, La necesidad de nuevas estrategias de inserción financiera internacional así como de de relacionamiento económico comercial y con el medio ambiente son variables dependientes del modelo de desarrollo que se adopte.Reformular hoy el objetivo independentista sería conformar una Nación de 20 repúblicas con más de 500 millones de habitantes con una política exterior común, un sistema de defensa colectivo, y una economía post industrial integrada, en un mundo de más de 200 países y con un mercado de 6.000 millones de personas.